Al hablar de aprender a jugar fútbol, recuerdo aquella época en que trabajaba como profesor en un colegio. Tuve la oportunidad de aprender muchas cosas que no se encontraban en los libros porque son experiencias vivas.
Si tus alumnos, reiteradamente, no están haciendo lo que les pides, no hay que descartar la hipótesis de que no les hayas enseñado a hacerlo.
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Experiencia vivida en el mundo de la educación
Las juntas de evaluación
Una de las situaciones que más me llamaba la atención eran las juntas de evaluación. Eran reuniones muy solemnes donde el acta de tu clase estaba ya rellenado con las notas de todos los profesores. La idea de la reunión o junta evaluatoria es ir uno por uno comentando sus notas y destacando alguna idea sobre la persona: su actitud, su situación familiar, etc.
La culpa era siempre de los alumnos
Había profesores que suspendían mucho como diciendo a los demás que su asignatura es muy seria y que los alumnos no estaban rindiendo lo suficiente. La culpa acababa cayendo en los alumnos y eso me molestaba mucho porque yo siempre he pensado que los alumnos rinden dependiendo de lo que los profesores queramos. Y, con el tiempo, además de pensarlo, he podido comprobarlo con mis propios ojos.
¿Qué hago para ayudarle?
Posiblemente Fulanito sea un vago y no presenta los deberes; sea un indisciplinado y se enfrenta a todos sus compañeros en clase; sea muy cortito y no entiende tus explicaciones. Pero lo que está claro es que deberíamos primero evaluarnos a nosotros mismos como profesores para saber exactamente cómo lo estamos haciendo porque posiblemente somos los verdaderos culpables de muchos de los errores de nuestros alumnos.
Siempre podemos hacerlo mejor
Si nuestras clases son aburridas, si no nos preocupamos ni nos interesa la situación personal del alumno, si no preparamos las clases ni las mejoramos ni las adaptamos, entonces qué le estamos pidiendo a nuestros alumnos. Lo que hay que hacer es suspendernos a nosotros y no tanto a los alumnos.
Cuando intervenía de esta forma en las juntas de evaluación, salía humo. Me di cuenta de que había mucho profesor algo anquilosado, incapaz de entender que esto fuera posible. Era mucho más sencillo echar la culpa al alumno y quedarse tranquilo.
Yo mismo puedo asegurar que mis clases no eran buenas, que podía haberlas preparado mejor, que mis alumnos tenían problemas que yo no sabia detectar, que no era capaz de explicar con la claridad necesaria algunos conceptos. Reconozco todo esto. Lo que no puede ser es que sea el alumno el que pague la baja calidad de nuestra enseñanza.
Frenamos el aprendizaje de nuestros alumnos
Nos hemos equivocado a la hora de analizar el problema. Al echar la culpa al alumno, no conseguimos resolver el verdadero problema: nos enfadamos con ellos, les llamamos vagos, imponemos castigos, damos una información incompleta a sus padres… En definitiva, frenamos el aprendizaje de nuestros alumnos.
Un buen profesor consigue buenos resultados con sus alumnos porque los tiene híper motivados con su asignatura y se esfuerzan al máximo por aprender él. Hay profesores que se han situado en la mediocridad y les da igual conseguir ese objetivo, ellos imparten sus clase de la misma forma desde hace 30 años y no se salen del:
––“abrid el libro por la página 34. Juanito, empieza a leer”.
Luego en la junta de evaluación se queja de que son unos vagos. Quizá es que no quieren saber nada con tu asignatura. La odian. Y es tu culpa, de nadie más.
Qué debe aportar un entrenador para que sus jugadores aprendan a jugar fútbol
Capacidad de sorprender a tus jugadores
En el fútbol pasa lo mismo. Hay entrenadores de fútbol que van al campo con la misma idea de siempre, no han sido capaces de sorprender a sus jugadores nunca. Siempre es lo mismo y no van a cambiar nunca. Los mismos ejercicios, los mismos rondos, los mismos comentarios. Además van con un aire de superioridad que no funciona en el fútbol formativo.
Capacidad de reconocer que es tu culpa
Luego llega el momento del partido y es incapaz de reconocer que es culpa suya la derrota, porque no está trabajando bien con sus jugadores. Además no están motivados ni creen en él, ni están unidos entre sí. La fuerza del equipo se diluye por todas partes.
De todos modos es normal lo que nos ocurre como entrenadores de fútbol porque es complicado reconocer que la culpa es nuestra, pero te animo a intentarlo. Mi experiencia en este sentido es muy positiva.
“Tus jugadores no buscan un entrenador perfecto. Prefieren uno normal, que se equivoca y que reconoce sus errores. Eso lo valoran mucho.”
Capacidad de rectificar
Además, cuando un entrenador de fútbol reconoce de verdad sus errores, aprende mucho de la situación porque el siguiente paso, tras el reconocimiento, es buscar la causa de ese error para poderlo corregir y no volver a cometerlo.
Eso te convierte en un entrenador cada vez más completo ya que vas corrigiendo lo que haces mal y tus errores se van reduciendo. Conforme pasa el tiempo puedes ofrecer más calidad en tu enseñanza.