Cómo ser un entrenador de fútbol

Cómo ser un entrenador de fútbol

Cómo ser un entrenador de fútbol en el siglo XXI sin perder el rumbo por culpa de la competición. ¿Te has planteado cómo ha de ser un entrenador? Son muchas las opiniones al respecto. Aquí nos planteamos la pregunta dirigiéndonos al entrenador de fútbol base. ¡Qué gran labor están haciendo en todo el mundo estos entrenadores y qué poco está valorado!

Contenidos

¿Qué es para mí, un entrenador?

Prestigio

Lo primero que espero de un entrenador es que posea unos conocimientos y sepa transmitirlos adecuadamente a sus jugadores. En segundo lugar, que sea justo y coherente en sus palabras y en su quehacer diario.

Un entrenador debe tener prestigio. El prestigio lo obtienes con un trabajo competente, serio y responsable, realizado con constancia, día a día. 

–– A mí  los padres y los jugadores me adoran, desean entrenar conmigo, simplemente porque saben que soy un ganador de ligas.

Al contrario de lo que algunos piensan, muchas veces el prestigio del entrenador, nada –o muy poco– tiene que ver con los cargos, ascensos o aplausos sonoros que escuchas a tu alrededor.

Abierto al aprendizaje

Un entrenador para mí es aquel que demuestra que puede seguir aprendiendo siempre. 

––Llevó muchos años entrenando…¿qué me vas a decir a mí?

Tendrás prestigio si cuidas con empeño y de manera permanente tu formación intelectual, dedicando a la lectura, el estudio y la reflexión las horas necesarias para no estancarte en tus conocimientos, marcándote con atención metas para mejorar cada día. 

Responsable

Un entrenador para mí es aquel que se da cuenta de la gran responsabilidad que tiene con sus jugadores que ponen su ilusión, su confianza y su inteligencia a tu disposición para que, con tu trabajo, saques a la luz lo mejor de cada uno en particular. 

––Lo importante en el fútbol es ganar, todo lo demás no me interesa.

¿Son los tres puntos lo único que buscas? ¿De verdad aspiras a tan poco?

Un entrenador para mí es aquel que se da cuenta de la importancia de su trabajo para el futuro de esos jugadores. 

––Poco puedes hacer con estos jugadores egoístas, vagos e incapaces de esforzarse por nada. Son los padres los que tienen que hacer bien sus deberes.

Si los entrenadores no tenemos conciencia de la valía de nuestra misión, echamos por tierra el sueño de muchos que han confiado en nosotros.

Entrenadores coherentes

Busco entrenadores que muestran en su quehacer diario coherencia  entre lo que piensan y cómo actúan, lo que dicen y lo que hacen, tanto dentro como fuera del campo. 

Los jugadores buscan entrenadores auténticos y cuando los encuentran, confían en ellos y tienden a seguir su ejemplo. 

A su vez, la confianza de los jugadores exige al entrenador que viva lo que enseña o al menos procure vivirlo. El ejemplo del entrenador es decisivo en su misión formadora: si exiges orden debes tener todo en su sitio, si apelas al respeto, debes comportarte de forma ejemplar con el árbitro y con los que te rodean, si reclamas esfuerzo en los entrenamientos deben ver que tu te empeñas en prepararlos muy bien.

El ejemplo

El entrenador ha de ser consciente de que lo más importante que enseña al equipo no es lo que dice sino lo que hace. No basta con enseñar, sino que hay que vivir lo que se enseña. El ejemplo es el mejor argumento para los jóvenes, el más convincente.

Puede servirte lo que contaba un guía de montaña:

“he visto a muchas personas sufrir cansancio y quejarse durante los ascensos, pero si ven que su guía continúa marchando y no evidencia cansancio, misteriosamente obtienen nuevas fuerzas para continuar. La actitud de un líder es increíblemente importante y hasta diría, decisiva, para el logro de cualquier objetivo grupal”

No se trata de dar ejemplos a nuestros jóvenes, sino que se trata de ser en todo momento un buen ejemplo para ellos. Buscamos modelos que sean ejemplo para los chicos dentro del mundo profesional porque sabemos que las palabras pueden convencer, pero lo que realmente arrastra es el testimonio vivo, es decir, las palabras hechas realidad en la vida de quien las articula. Vivir lo que se enseña.

Un entrenador es formador siempre, las veinticuatro horas del día, todos los días del año. No existe una doble vida en el entrenador, cuando está con sus jugadores y cuando no lo está. No sería coherente.

Formar en valores

Los jugadores, no solo son receptores del saber del entrenador, sino que también lo son de su modo de ser, de trabajar, de tratar y respetar a los demás, e incluso de sufrir. Ningún detalle les pasa desapercibido.

La idea es que el trabajo formativo diario, bien hecho y su transferencia espontánea de actitudes, valores y conductas vayan calando como por ósmosis en los jugadores, poco a poco.

Dar ejemplo es hacer algo digno de ser imitado y que puede mover a otros a que lo imiten. La ejemplaridad del entrenador es, sin lugar a dudas, el argumento más convincente para sus jugadores. El ejemplo trasciende las palabras y se afianza con el paso del tiempo dejando una huella imborrable en sus jugadores: de ahí reside su fuerza.

Disfrutar en cada entrenamiento

“Cuando disfrutas es cuando mejor te salen las cosas”.

Mireia Belmonte

Para disfrutar en los entrenamientos hay que amar con la cabeza y el corazón la tarea formativa que realizas.

Empeño personal

Los entrenadores que disfrutan, les caracteriza su empeño personal por ser mejores. Son puntuales, no se quejan de que tienen muchos entrenamientos. De hecho, las horas se les pasan volando, casi sin darse cuenta. En el campo, “están presentes” en todo momento, es decir, toda su atención está puesta en sus jugadores, a los que tratan siempre con cordialidad y afectuosidad, sin exclusiones de ningún tipo. La relación con todo el equipo es excelente.

Buena preparación

Ni que decir tiene que  esos entrenadores tienen una muy buena preparación académica. Lo demuestran en cada entrenamiento que imparten: vibran con cada ejercicio y logran contagiar a sus jugadores las ganas de aprender. 

Saber comunicar

Son buenos comunicadores. En este sentido, no solo transmiten conocimiento a sus alumnos, sino también emociones. Gozan de prestigio profesional y personal, y son depositarios de la confianza de sus alumnos; ambas cosas –prestigio y confianza– les convierte en referentes incuestionables para ellos. Son los mejores entrenadores.

Los entrenadores que disfrutan en el campo, apasionados por su trabajo, viven con la ilusión de que sus alumnos lleguen muchísimo más lejos que ellos. No piensan en ellos mismos con lo que evitan alardear de sus métodos didácticos, el alcance de sus ideas o sus éxitos deportivos particulares. En definitiva, los entrenadores apasionados son los que consiguen dejar huella en sus alumnos.

Entrenadores con los que disfrutas

Un entrenador que disfruta con lo que enseña, hace disfrutar a su equipo y uno que se aburre enseñando, irremediablemente les cansará y aburrirá. Los entrenadores que aburren, presentan los ejercicios de campo de manera poco atrayente, monótona y pesada. Logran convertir actividades fantásticas como son correr, saltar, tomar decisiones, aplicar la técnica adecuada, en algo fastidioso y que no interesa a ninguno.

Los jóvenes futbolistas se aburren también con los entrenadores vanidosos y pedantes. Hay entrenadores que se suben a un pedestal delante de sus jugadores utilizando un lenguaje complicado o pregonando de manera pretenciosa sus títulos deportivos, ascensos y campeonatos ganados. 

Los chicos suelen sentir a estos entrenadores como muy alejados de su realidad y, por tanto, no logran sintonizar con ellos. El objetivo fundamental de esos entrenadores es quizá el de triunfar, alcanzar su éxito particular, pero no el de contribuir a la mejora de sus alumnos y de la sociedad. La búsqueda de la propia “excelencia” del entrenador aburre soberanamente a sus pupilos, que no llegan a entender dónde está esa supuesta excelencia.

Entrenadores que aburren

No se sienten capaces de cambiar ellos personalmente y mucho menos de intentar cambiar –aunque solo fuera un poco– el ambiente en el que desarrollan su actividad.

Los entrenadores que se aburren no consiguen tampoco ayudar a sus jugadores a aprender, ni, por supuesto, son afectuosos con ellos. Son  pesimistas, es decir, no creen en la capacidad de mejora de su equipo y están convencidos de que muy poco pueden hacer por ellos.

Paradójicamente, estos mismos entrenadores son los que se lamentan de que sus jugadores no vibran en los entrenamientos que ellos imparten de manera tan aburrida. En este sentido, hay que desconfiar siempre de aquellos que se quejan con frecuencia de lo poco que saben sus jugadores y del escaso interés que muestran por aprender. Los jugadores no son malos, los malos son esos entrenadores.

“Los jóvenes de hoy necesitan entrenadores competentes, creativos, entregados y entusiasmados. Que amen lo que hacen y que sean capaces de cautivar la atención de los componentes del equipo, con su trabajo.”

Cualidades todas estas del buen entrenador que no pueden improvisarse, y que hay que cultivar con esfuerzo y empeño día a día. Este es el reto para los que no están dispuestos a aburrirse en su trabajo y que, por supuesto, no quieren que sus jugadores se aburran.

Querer a los jugadores

Lo primero que espero de un entrenador es que esté preparado académicamente y sepa transmitir sus conocimientos. Desde luego esto es fundamental, pero no es suficiente. Un buen entrenador es también aquel que es generoso con su saber, su tiempo, su escucha atenta a cada uno de sus jugadores. Los mejores entrenadores quieren a sus alumnos y no les importa que se note.

Confiar en los jugadores

Este es el mejor método educativo que existe: querer a tus jugadores, hablar bien de ellos, esperar algo de ellos. Y los buenos entrenadores lo saben y lo aplican gestionando el talento de sus jugadores. Proponen más que imponen, observan, dosifican, conocen el tiempo que necesitan y esperan pacientemente. Saben dejar hacer y desaparecer. Un buen  entrenador convence, persuade e ilumina porque les quiere.

Decirles la verdad

Querer a los jugadores significa saber decirles cordialmente la verdad, invitarles a pensar por su cuenta y riesgo, a ganar independencia de la mirada de los demás, a aceptar abiertamente sus debilidades y sus carencias, a ensanchar su libertad interior y exterior, a volcarse en servicio de los demás. 

Corregirles

Querer a los jugadores significa también estar dispuesto a corregirles y saber hacerlo siempre con afecto y responsabilidad. Sin miedo al rechazo afectivo de sus pupilos. Lo que mueve al buen entrenador a corregirles es el dar, no el recibir. Cuando presenciamos en los campos de fútbol poca preocupación por corregir positivamente, nos damos cuenta del poco interés por la mejora personal de los chicos. Es muestra de poca estima hacia ellos.

El entrenador tiene que saber querer y con eso consigue enseñar a querer: con el ejemplo de su propia vida.

Nuestros jugadores necesitan sentirse queridos. También por su entrenador. Nos lo dicen continuamente con su modo de vestir, de hablar, de comportarse. Los entrenadores tenemos que esforzarnos para que puedan percibir nuestro afecto. Tienen que estar convencidos de que les queremos y además de un modo incondicional. Es más, el equipo debe sentir que aunque el entrenador desapruebe alguna vez su modo de proceder, seguirá estimándolos.

“Esto es querer a los jugadores: estar siempre accesible, escucharles con atención, sonreírles, estimularles con las palabras acertadas, saber darles segundas y más oportunidades, tratarles con respeto, y ser muy delicado.”

Necesitamos buenos entrenadores

Necesitamos buenos entrenadores en el fútbol base. ¿Los hay? Yo he conocido bastantes y tengo que decir que sí los hay. Están por ahí, esparcidos por el mundo. Algunos se pierden, influenciados por el entorno competitivo; otros se aíslan, porque no quieren saber nada con este ambiente tan destructivo. 

He tenido experiencias que lo demuestran. He recogido entrenadores en activo cuyo comportamiento con su equipo no era el ideal: broncas, gritos, expresiones soeces…pero que tienen un fondo bueno y que cuando les explicas lo que buscas y les ofreces modelos más formativos, son capaces de cambiar su forma de hacer las cosas porque en el fondo están mucho más a gusto trabajado de esta manera. 

¿Cómo es su formación deportiva?

Para conseguir buenos entrenadores, es esencial su preparación. Si revisamos a fondo cómo se preparan para ejercer su carrera deportiva como entrenador, he de confirmar que no está mal aunque podría estar mucho mejor. 

Hay profesores en los Cursos de entrenadores que no dan la talla. Pero otros sí. Son buenos y enseñan francamente bien. Lo que deberíamos hacer es ser mucho más exigentes a la hora de seleccionar profesores de la escuela de entrenadores y así conseguir un alto porcentaje de profesores buenos. Parece ser que cualquiera puede hacerlo. Haría falta evaluarlos y quedarse solo con los mejores. No voy al fondo de la cuestión y no concreto los criterios de esta selección pero me parece básico realizar una mejora entre los responsables de esa formación porque depende de ellos que nuestros entrenadores salgan bien preparados.

Esto es toda una cadena. Los entrenadores bien formados van a conseguir un rendimiento mayor de nuestros jugadores porque tienen claro lo que deben hacer, no improvisan, se preparan bien sus entrenamientos y se preocupan individualmente de cada uno de los jugadores ya que saben que eso es vital para su mejora deportiva y personal.

Grave error

Los más pequeños necesitan buenos entrenadores

Dentro del fútbol base, las categorías inferiores: pre-benjamín y benjamín, están llenas de entrenadores poco preparados. Existe un error grave por parte de los coordinadores de los clubes al no dar la suficiente importancia al entrenador de los más pequeños. Si estos niños no han trabajado bien en este periodo, llegarán a alevines e infantiles con carencias muy grandes y quizá sin tiempo para poderlo subsanar. 

Estos entrenadores desconocen la materia que deben enseñar porque lo que se les exige para entrenar es simplemente el título de monitor deportivo, con unas cuantas horas de formación que no son proporcionales a la gran responsabilidad que tienen delante suyo.

Entrenamiento guardería

Estos entrenamientos son, muchas veces, simples guarderías donde los niños juegan a la pelota sin ningún sentido o, en otros casos, al desconocer la metodología adecuada para esta edad, aplican lo que ellos han aprendido de sus entrenamientos como jugadores, sin darse cuenta de que es un método para mayores que no sirve para niños tan pequeños.

Cuando un entrenador con experiencia se compromete a trabajar con los más pequeños ( 6 y 7 años) las diferencias se notan rápidamente y los niños que tienen esta suerte (pocos por desgracia) llegan a la categoría alevín e infantil muy bien preparados, con los fundamentos del fútbol bien trabajados y con una disciplina y un sentido del esfuerzo encomiable.

Hemos de poner en estas primeras edades entrenadores inteligentes, con gran interés por lo que hacen, que no tengan miedo a exigir y pedir esfuerzos para alcanzar objetivos ambiciosos.

Seguir aprendiendo siempre

Volviendo a la formación del entrenador, no se trata de obtener un título para poder entrenar sino que esa formación debe servir para poder trabajar con sus jugadores de una forma eficaz. Un entrenador debe aceptar que siempre debe seguir aprendiendo y que ha de estar abierto a una formación continua. 

Esa formación a lo largo del tiempo se adquiere con muchos medios: leyendo mucho, hablando y consultando con entrenadores más experimentados, participando en cursos complementarios que enriquecen e iluminan su trayectoria como entrenador, con el feed back del coordinador, con un tutor que revisa tus entrenamientos…La lista es interminable.

¿Cómo es su comunicación?

Sin embargo hay que dejar claro que el entrenador debe saber mucho pero a la vez debe saberlo comunicar bien. Entramos en un punto clave de la faceta de entrenador. Ganamos mucho cuando comunicamos bien, es decir, cuando llegamos a los jugadores.

No es lo mismo la comunicación en esas primeras edades que en un juvenil. Por eso hemos de ser capaces de especializarnos dentro del mundo del entrenador. El buen entrenador es un especialista en una edad concreta ya que dominarla exige mucho tiempo y dedicación. El que quiere abarcar todas las edades, puede ser que no domine ninguna.

¿Queremos mejorar la calidad de nuestro fútbol base?

Pongamos a entrenadores muy bien preparados en las categorías inferiores. Estos primeros años son muy importantes para asentar las bases del aprendizaje. En el fútbol base actual, el listón de entrenador está demasiado bajo, acceden personas poco preparadas, que saben poco. Hemos de ser más exigentes en este punto y admitir solo a los que están muy preparados. El fútbol formativo mejoraría mucho, no lo dudemos.

Hemos de elevar el listón del entrenador de estas categorías y pagarles mejor, con unas condiciones de trabajo dignas. Liberarles de innumerables horas complementarias de trabajo y protegerlos un poco más de los padres.

Establecer la figura del mentor

Una vez el entrenador está trabajando en un club, hemos de seguir formándolo y evaluarlo. A la vez que hay que darle algún incentivo porque el entrenador de hoy se encuentra algo desmotivado por el ambiente y la presión que ejercen los padres que parece que tienen estrellas de fútbol con solo 7 años. Si no se sube el listón, al final vendrán entrenadores mediocres con lo que obtendremos resultados mediocres.

Propongo establecer la figura del mentor, una persona que les oriente y les ayude en sus primeros pasos para conseguir consolidar una buena formación. Si realmente es tan importante como decimos, no parecerá extraño incorporar en la plantilla del fútbol base una persona de estas características o que esas funciones las realicen entrenadores en plantilla con más experiencia.

Pero donde realmente vamos a acertar y mejorar nuestros planteamientos es cuando seamos capaces de decirle a este entrenador al que hemos formado bien y luego lo hemos ido evaluando, que si no es buen entrenadores, es mejor que se plateen abandonar esa profesión porque quizá no es para él. No es un empleo para cualquiera. Debe tener unas condiciones específicas y ser capaz de mejorar a los alumnos de forma eficaz.

Al buen entrenador hay que cuidarlo

Propongo que se le posibilite la opción de tener una formación continua atractiva en el propio club, si esto es posible, o fuera de él, financiándole los costes de los desplazamientos o de los cursos porque todo esto repercutirá en la mejora de los jugadores. Darle la opción de visitar otras escuelas donde adquiera nuevos conocimientos enriquecedores.

En definitiva, hemos de conseguir que el título que obtienen no sea un simple papel. Que se encuentre a gusto, en un ambiente de trabajo y de colaboración entre todos que le haga crecer como formador de nuestros jugadores.

Los entrenadores necesitan aprender rodeados de buenos profesores. Si lo que tenemos en nuestro club no es bueno, todo lo  que venga se contagiará de esa misma baja calidad. Hemos de verlos motivados y estimulados en su trabajo como entrenadores.

Aprender viajando

Entrenadores de todo el mundo deberían tener ilusión por dedicar parte de su tiempo libre en las vacaciones para trabajar en otros lugares incluso en países diferentes, adquiriendo experiencias muy positivas. Si están motivados y tienen ilusión por aprender más, realizarán este tipo de esfuerzos sin duda alguna.

Hemos de generar en los entrenadores una cierta libertad para hacer las cosas a su manera, pero con responsabilidad e intentando no perder de vista los objetivos generales de la entidad. Trabajan mejor cuando se les da más libertad. Si no hay margen para aportar nada, se desmotivan y rinden mucho menos.

Hemos de tener cuidado con las nuevas tendencias pedagógicas que afirman que el entrenador es un facilitador o guía que orienta el aprendizaje. Esta tendencia es una tontería. Quien hace este tipo de aseveraciones no sabe cómo funciona el aprendizaje. 

El jugador necesita que alguien dirija su aprendizaje

Esta es la tarea del entrenador que sabe cuál es el nivel del jugador y cuál es el próximo paso que debe dar. Avanzamos muy despacio y quizá de forma equivocada si no les enderezamos el camino. 

Lo mismo se da en el tema de la disciplina. Un entrenador, lo hemos dicho muchas veces, es un auténtico líder del equipo y no necesita imponerse porque sus jugadores le siguen a todas partes por ser su referencia en todo momento. Sin disciplina, no se puede avanzar en el deporte. Se pierde tiempo, nadie logra concentrarse y el club se rebaja a la categoría de guardería.

La importancia de corregir al jugador

Tengan cuidado a la hora de corregir, dicen los nuevos pedagogos del fútbol: puede herir susceptibilidades y desmotivar al jugador. Hemos de tener claro que si un jugador comete un error, se le da importancia al error, se buscan las causas y se le ayuda a corregirlo para que no se produzca de nuevo. La corrección es esencial en el buen entrenador y no hemos de tener miedo a hacerlo cuidando la forma de hacerlo porque no todos lo aceptan de la misma manera.

Otra tendencia asegura que en la labor del entrenador debe haber afecto y que los niños deben querer al entrenador. Dejemos claro que el entrenador muestra su afecto indirectamente cumpliendo con su deber: llegar a la hora, ir bien preparado al entrenamiento, permanecer atento y cumplir con los compromisos. No confundamos el “buenismo” con el afecto. Los jugadores deben confiar en él , respetarlo y quererlo pero en un sentido especial que no es como querer a un amigo o a los padres. En el fondo debe ser una especie de puente que ayuda a los jugadores a esforzarse para realizar bien los entrenamientos y partidos porque no quieren decepcionarle.

Pongamos todos los medios para mejorar el fútbol base. Esta puede ser una pequeña guía para conseguirlo. Solo los valientes son capaces de cambiar las cosas aunque haya que nadar a contracorriente. 

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