Entrenando la generosidad en el fútbol

Tácticas y estrategias para ser un buen futbolista.
Un niño de unos 12 años se acerca con su madre a las oficinas que tenemos en Barcelona. Trabajo en Caritas Internacional.  El niño me entrega un sobre con una importante cantidad de dinero. Sentí curiosidad por conocer la procedencia del dinero.
Les agradecí su generosidad.
–Ese dinero no es nuestro,– intervino la madre – lo han reunido de una forma muy especial en la entidad deportiva donde su hijo había estado realizando un curso de fútbol esta Semana Santa.
–Entonces ¿qué ha sido? ¿una colecta entre los padres?
–No, no. Nada de eso. Los padres no tenemos nada que ver, en esta ocasión. Ha sido una iniciativa de la entidad deportiva con los chicos. Nosotros no hemos intervenido en nada.
Entonces el niño me contó con pelos y señales lo que había pasado.
–Los entrenadores nos reunieron a los casi 350 jugadores que participábamos en el curso y nos contaron lo que estaba pasando en otro lugar del mundo donde muchos pequeños morían por la guerra. Huían con sus familias y llegaban a Europa donde no tenían donde alojarse, nada que comer, pocas medicinas.
–Pues es cierto, le comenté con una voz triste, así es, lamentablemente. Pero creo que con vuestra ayuda, podemos salvar alguna vida más. Ojalá hubiera más gente preocupada por ellos.
–Los entrenadores nos insistieron en la necesidad de ayudar a estos niños y nos hablaron de organizaciones como la vuestra que levantan campamentos para alojarlos y proporcionarles comida y medicinas. Vimos un montón de fotos de su página web donde se veía la labor que estaban realizando en muchos países.
–Me parece una iniciativa muy interesante por parte de estos educadores. Formidable. No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante situaciones tan lamentables. Todos hemos de hacer algo.–añadí.
–Yo ya estaba pensando en pedirle a mi papá dinero para esos niños pero mi entrenador me comentó que no querían recoger dinero de los padres. Tenía que ser algo nuestro. Algo que nos costara dar.
–A nosotros nos pareció muy bien, comentaba la madre del niño,  porque es la manera de formar a nuestros hijos en la generosidad y de responsabilizarles ante situaciones tan tremendas como ésta. Independientemente de lo que dieran nuestros hijos, sentimos la necesidad de colaborar nosotros también.
–Sí, afirmé yo, pero los niños no tienen dinero. Muchos no tienen ahorros. ¿De donde ha salido todo esto?
–Mi entrenador nos comentó que debíamos dar algo que nos costara de verdad y entonces nos explicó que el último día del curso se les iba a entregar una medalla a cada participante, como es habitual. Podíamos donar esa medalla y la entidad cambiaría cada medalla por su valor en dinero. Sumando el poquito de cada uno, tendríamos una cantidad importante ya que éramos muchos niños.
–Me parece una muy buena idea, añadí admirada.
—Pues a mí me pareció al principio muy mal porque donar mi medalla era algo muy duro. Me la había ganado con mucho esfuerzo y no siempre consigues tener una. Yo tengo ya dos en mi casa y estoy orgulloso de ellas. Así que cuando me dijo el entrenador que podía donar mi medalla, no me gustó nada.
–Es normal, pero lo que cuesta, vale más. –intervine procurando dar consejo.
–Cuando mi entrenador nos comentó todo esto, se me ocurrió una idea que podía salvar la situación de mi medalla. Le pregunté si podía entregar un dinero en lugar de mi medalla. El entrenador no dudó ni un momento, me respondió que precisamente yo era el que más necesitaba entregar la medalla. Que no era un tema de dinero únicamente sino de dar algo que me costara.
–¿Me imagino que no era obligatorio…?,– interrogué.
–Esto es lo que más me fastidió. Nos insistió mucho en que lo podías dar o no y, para que no se diera cuenta nadie de tu acción, se iba a colocar una urna transparente en la oficina con un cartel de “donación para los refugiados sirios”. Una vez acabado el acto de la entrega de medallas y diplomas, el último día, después de la ducha, cada jugador se despedía de su entrenador y el que quería pasaba por la oficina donde estaba la urna.
–¿Por qué dices que te fastidió eso? – pregunté algo confusa. Creo que es un bonito detalle de libertad, de hacer las cosas porque uno quiere.
–Exacto, me costó mucho más que si hubiera sido obligatorio. Yo hubiera donado la medalla pensando: qué remedio, no hay otra opción. Pero ahora me trasladaban a mí el problema. ¿Quiero ayudar o no? ¿Me quedo la medalla o la doy? Total nadie lo va a notar si me la quedo. Pero…pensar en esos niños me ayudó a decidirme.
–¿Fueron muchos los que la entregaron?–volví a preguntar.
–No lo sé. Cuando fui a entregar mi medalla, me sentía orgulloso por todo lo que significaba donarla. La urna estaba repleta de medallas de otros muchos como yo. Al introducirla dentro, sentí una gran felicidad. Son aquellos momentos en que te das cuenta de que lo que estás haciendo está muy bien y te sientes feliz.
Me despedí de la madre y del niño. Ambos estaban sonrientes. Cuando uno se preocupa de los demás, desaparecen los problemas que nos rodean diariamente.
Mientras les despedía desde la puerta, me quedé pensando en el bien que se puede hacer a través del deporte si se sabe aprovechar cada momento, cada situación. El fútbol es una herramienta excepcional para formar personas.
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