jugadores individualistas

¿Tienes jugadores individualistas en tu equipo?

Posiblemente tenemos más jugadores individualistas de lo que pensamos, pero muchas veces sus esfuerzos y objetivos van dirigidos en la misma dirección que el equipo y no lo percibimos. Te propongo algunas fórmulas para gestionar el equipo aprovechando las individualidades.

Cuando los resultados van mal para el equipo, aparece esa “versión egoísta” de algunos jugadores individualistas en el peor momento para el entrenador, que ya tiene suficientes problemas intentando mejorar el juego del equipo. 

Contenidos

Gestionar jugadores individualistas

Es más una práctica de prevención que de intervención, por lo que debemos comprender que, aunque sea un deporte de equipo, las personas somos individuales y no “packs”. 

Siempre hay que prever una posible tendencia egoísta en tus jugadores.

Depende del tipo de jugador individualista

El “ambicioso”

Es un jugador individualista muy motivado. Sus objetivos y metas individuales son más importantes que las del equipo. Este jugador puede llegar a tener acciones del juego individualistas que perjudiquen al equipo, pero es difícil apartarlo del juego por el gran esfuerzo y desempeño que tiene en los entrenamientos.

El“vago”

Es un jugador individualista que utiliza su talento técnico-táctico para solventar las situaciones del juego y nunca responde ante los esfuerzos y las exigencias porque se siente importante en el equipo. 

Pretenderá más de una vez ser titular en el partido sin haber entrenado todos los días. Cuando no juega prefiere que el equipo pierda para demostrar que es imprescindible en el equipo. 

No tiene metas concretas y se rinde con facilidad cuando la situación no le permite hacer buen juego, poniendo excusas y fingiendo dolores o lesiones que justifiquen su bajo rendimiento.

El “marginado”

Es un jugador con un talento por debajo del nivel del resto del equipo y que simplemente no aporta mucho al grupo debido a los pocos minutos que tiene. 

Vive en un bucle, porque se siente tan talentoso que, el hecho de no jugar, en lugar de esforzarse, le lleva a un estado de estancamiento que puede generar problemas de mal ambiente.

Pautas para gestionar el egoísmo en tu equipo

No prejuzgar

Ante todo, es importante que no prejuzguemos negativamente a ningún jugador por dar mayor peso a sus intereses personales. Posiblemente es algo que forma parte de la persona y del deportista. Simplemente debemos ayudarle a tener una mejor orientación de sus metas. 

Por lo tanto, vamos a procurar dirigir el individualismo hacia el rendimiento deportivo del equipo.

Buscar el máximo rendimiento de cada jugador

Dado este primer paso, podemos empezar a realizar acciones que mejoren el máximo rendimiento en cada jugador. ¿Qué hay más individualizado que el establecimiento de metas individuales? Nada, y por eso vamos a basarnos en esta magnífica estrategia psicológica. Es evidente que para el jugador egoísta ambicioso, esta técnica va a resultar muy bien acogida. Lo importante es que estos objetivos sean programados en conjunto: jugador y entrenador. Nunca el jugador por su cuenta. De esta forma podemos aprovechar la ambición del deportista en favor del equipo. 

Aprovechar la ambición del deportista en favor del equipo

Exigirle al máximo

Es fundamental aprovechar la condición de este jugador y exigirle al máximo. Para eso, se deben registrar los datos objetivos conseguidos para seguir exigiendo al jugador o para reforzarle, si es preciso. Así pues podemos tener un activo individualista trabajando para sí mismo y para el equipo al mismo tiempo.

Dejarle elegir sus objetivos para motivarle

En el caso del jugador egoísta y vago es más complicado a la hora de gestionar el egoísmo. Para este tipo de jugador será importante programar un abanico de objetivos dirigidos al rendimiento del equipo y que sea él quien elija qué objetivos son los que va a realizar para poder jugar. De esta forma contamos con su motivación. 

Dada su actitud perezosa, los objetivos que le demos a escoger siempre van a pretender ponerle a prueba (sin pasarse de exigencia, no lo olvidemos). La evaluación rigurosa del rendimiento en cuanto al objetivo será fundamental para tener motivos objetivos para animarle y reforzarle.

La línea que podemos seguir con el jugador egoísta marginado, es similar a la del vago. Estamos ante un jugador que actualmente no da el nivel pese a su percepción optimista de si mismo. 

La exigencia de unos objetivos deben estar orientados a una mejora de su juego. Es probable que este tipo de jugador, aunque no lo demuestre, puede tener falta de confianza en si mismo y por ello se escuda y se posiciona a la defensiva.

Los objetivos deben exigirle lo suficiente para que vaya progresando aunque no los alcance de forma inmediata. 

La lista de objetivos pasará a ser una lista de evidencias de que dicho jugador se merece jugar por las mejoras realizadas y el rendimiento objetivo obtenido. Es muy importante pactar previamente qué recompensa conlleva conseguir su lista de objetivos de forma semanal. 

Nuestra credibilidad como entrenador

Entra totalmente en juego con este tipo de estrategia al gestionar el egoísmo, y deberemos sacrificar el rendimiento del equipo para empezar a recuperar a este jugador. Nos puede llevar tiempo y esfuerzo, aunque nos va a proporcionar una alta satisfacción a largo plazo.

La mejor estrategia ante jugadores individualistas

Así pues ante un equipo dónde pueden coexistir jugadores que trabajan para el equipo y jugadores individualistas, la mejor estrategia es:

  1. El establecimiento de metas cómo pauta metodológica individual, esto acompañado con 
  2. La comunicación que tengamos con los jugadores mostrándole los beneficios que podrán obtener si dirigen sus esfuerzos para el equipo. 
  3. Para terminar de gestionar el egoísmo, es importante tener muy en cuenta los comentarios de los miembros del equipo que juzgan al compañero cómo egoísta. Hemos de pedirles su colaboración para no discriminar a dicho compañero ni hacer comentarios que le puedan diferenciar del grupo.  Que nunca suceda un pensamiento como este: 

––“¿para qué voy a trabajar para unos compañeros que no parezco gustarles?”.

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