Tener miedo a fallar es algo habitual en el fútbol !Cuántos padres me comentan durante la temporada que su hijo se bloquea constantemente en los partidos! No es ni mucho menos el jugador que vemos en los entrenamientos o en el patio de su colegio o en una pachanga con sus amigos del camping. Cuando juega con sus amigos, se le ve suelto y es capaz de confeccionar jugadas que no realiza en los partidos de liga no.
“Una de las funciones del análisis del error es intentar prevenir y evitar la ansiedad provocada por el miedo al error“
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Tener miedo a fallar no es malo
El miedo a fallar es muy habitual en los niños y también en los adultos. Pero ya nos han enseñado los expertos que el hecho en si de tener miedo no es malo. Es una respuesta en forma de protección que nuestra mente emite cuando hay algo que vemos complicado y no tenemos seguridad de poder resolverlo correctamente.
El miedo a fallar es normal
Lo que hemos de aclarar a nuestros jugadores, sobretodo a los que más se bloquean en los partidos, que el miedo a fallar es algo normal que nos retiene para no actuar tal como sabemos que debemos actuar. Es importante ser valiente para superar esa dificultad y subirse al caballo sin miedo a caerse.
Tener miedo es algo positivo
Cuando analizamos el error y lo presentamos como algo positivo, como una oportunidad de aprender, estás consiguiendo evitar esa ansiedad provocada por el miedo a fallar. La labor del entrenador es muy importante en este sentido.
Huir del proteccionismo
Si le das importancia negativa al error, aumentas su ansiedad. No se trata de negar que se ha equivocado. Eso sería proteccionismo y hemos de evitarlo. Se trata de ofrecerle una nueva visión del error. Debe entender que cada vez que se equivoca, se presenta una oportunidad para aprender más. Eso sí, siempre que tenga la humildad de reconocerlo y de aplicar los consejos que su entrenador puede darle.
Los padres pueden ser la causa del miedo a fallar
Los constantes consejos de los padres
Los niños rinden menos porque sus padres están constantemente ofreciéndoles sabios consejos de su experiencia como si se tratara de un entrenador. Lo hacen en todo momento: durante un partido, antes y después.
Los niños tienen miedo a fallar porque saben que luego su padre le dirá cómo tenía que haberlo hecho. Son tantos los consejos que recibe de su padre que de ningún modo quiere defraudarle y sufre cuando no lo consigue por lo que significa para su padre esa derrota.
Intentar ser positivos
Los padres, como los entrenadores, deben ser capaces, en los temas de su educación familiar, de mostrarse muy positivos en sus comentarios, analizando el error, preguntando siempre por qué cree que lo ha hecho bien. De esta forma, será sencillo descubrir realmente las causas y poder corregirlas.
Los entrenadores autoritarios bloquean al jugador
Los entrenadores gritones consiguen, con su actitud, bloquear a los jugadores y, como consecuencia, que rindan mucho menos de lo que son capaces. A largo plazo, no crecen tanto porque nunca el entrenador se ha preocupado de analizar las causas de sus errores.
Simplemente no entiende que no aprendan lo que les enseña. La culpa es de ellos siempre que se pierde y el mérito es de él siempre que se gana. No existen nunca procesos de feedback con su jugador.
El entrenador impaciente
No entiende por qué sus jugadores vuelven una y otra vez a cometer los mismos errores a pesar de que él se lo ha insistido en tantas ocasiones. No se da cuenta de que la culpa de perder ese partido no es de ellos sino suya porque no ha sido capaz de encontrar las verdaderas razones por las que fallan.
Las reacciones de estos entrenadores son de indignación, porque sus jugadores no le han respondido a pesar del gran esfuerzo que está poniendo por conseguir ganar los partidos. Junto a la indignación surge una crítica general a la incapacidad de sus jugadores para el fútbol ya que no son capaces de poner en práctica lo que él les está enseñando.
La desconfianza mutua
Esta indignación y crítica a sus jugadores produce un malestar general en el equipo y se interrumpe la comunicación entre él y sus jugadores. Ya no hay confianza mutua: ni los jugadores confían en su entrenador porque no los valora, ni el entrenador confía ya en su equipo porque le han defraudado.
Es una situación muy desaconsejable en el mundo del fútbol formativo que por desgracia se da con mucha frecuencia y que hemos de evitar buscando esas causas del error y corrigiéndolas de forma positiva entre todos.