Querer a los jugadores

Querer a los jugadores

Lo primero que espero de un entrenador es que esté preparado académicamente y sepa transmitir sus conocimientos. Desde luego esto es fundamental, pero no es suficiente. Un buen entrenador es también aquel que es generoso con su saber, su tiempo, su escucha atenta a cada uno de sus jugadores. Los mejores entrenadores quieren a sus jugadores y no les importa que se note.

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Confiar en tus jugadores

Este es el mejor método educativo que existe: querer a tus jugadores, hablar bien de ellos, esperar algo de ellos. Y los buenos entrenadores lo saben y lo aplican gestionando el talento de sus jugadores. Proponen más que imponen, observan, dosifican, conocen el tiempo que necesitan y esperan pacientemente. Saben dejar hacer y desaparecer. Un buen  entrenador convence, persuade e ilumina porque les quiere.

Quererles es exigirles

Decirles la verdad

Querer a los jugadores significa saber decirles cordialmente la verdad, invitarles a pensar por su cuenta y riesgo, a ganar independencia de la mirada de los demás, a aceptar abiertamente sus debilidades y sus carencias, a ensanchar su libertad interior y exterior, a volcarse en servicio de los demás. 

Corregirles

Querer a los jugadores significa también estar dispuesto a corregirles y saber hacerlo siempre con afecto y responsabilidad. Sin miedo al rechazo afectivo de sus pupilos. Lo que mueve al buen entrenador a corregirles es el dar, no el recibir. Cuando presenciamos en los campos de fútbol poca preocupación por corregir positivamente, nos damos cuenta del poco interés por la mejora personal de los chicos. Es muestra de poca estima hacia ellos.

Dar ejemplo

El entrenador tiene que saber querer y con eso consigue enseñar a querer: con el ejemplo de su propia vida.

Necesitan sentirse queridos

También por su entrenador. Nos lo dicen continuamente con su modo de vestir, de hablar, de comportarse. Los entrenadores tenemos que esforzarnos para que puedan percibir nuestro afecto. Tienen que estar convencidos de que les queremos y además de un modo incondicional. Es más, el equipo debe sentir que aunque el entrenador desapruebe alguna vez su modo de proceder, seguirá estimándolos.

“Esto es querer a los jugadores: estar siempre accesible, escucharles con atención, sonreírles, estimularles con las palabras acertadas, saber darles segundas y más oportunidades, tratarles con respeto, y ser muy delicado”.

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